Cuando Yogui Bhajan comenzó a enseñar en 1969 e inició sus comentarios sobre los chakras, pidió a sus alumnos que estudiaran todas las referencias sobre los varios símbolos relacionados con los chakras y que se familiarizaran con ellos. Pero les advirtió también que, por ser él mismo un maestro en esas escrituras, sabía por experiencia que tales referencias te hacen dar vueltas y vueltas en círculos, al igual que los chakras mismos. Por eso, para enseñar a sus discípulos a afirmarse siempre en la experiencia directa, al final de cada plática les daba siempre una kriya completa de Kundalini Yoga para equilibrar sus chakras, despertar el Kundalini y fortalecer en ellos los diferentes aspectos del cuerpo, la mente y el Ser.
Somos como un chakra, un círculo o vórtice de energía que penetra varios niveles de existencia. A diferencia de los exploradores externos de la ciencia, que creen en un solo nivel de existencia, los exploradores internos han encontrado, desde el principio de la humanidad, que el Universo es, ontológicamente, en su Esencia misma, de múltiples niveles. Nuestra falta de habilidad para comprender y relacionarnos con ese Universo de múltiples niveles es como el dilema que enfrentan quienes tratan de conciliar la idea de que un fotón puede actuar como una partícula o como una onda, dependiendo de las circunstancias y del modo en que es observado. Para el intelecto es más fácil y más seguro clasificar la luz en uno de los dos conceptos, pero, experimento tras experimento, se ha demostrado que el fotón no es onda ni partícula, que puede ser uno u otro, uno y el otro, ninguno o ambos. Los experimentos de la física en esos niveles nos llevan a una dimensión diferente de la que hemos considerado normal. Sea lo que sea un fotón, puede serlo de muchas formas. Sus fases o niveles de manifestación varían según el observador y las circunstancias de la observación. Su naturaleza individual depende del estado actual de todo el Universo mayor con el cual está conectado. Su esencia real está más allá de nuestros sentidos, pero existe. Nuestra alma o esencia tiene esa misma relación con nuestra mente y con nuestras experiencias cotidianas. Nosotros podemos ser como partículas u ondas, como el hemisferio derecho del cerebro o como el izquierdo, pero en esencia, somos más que esas clasificaciones y somos más de lo que nuestros sentidos pueden captar.
El vórtice de energía que somos contiene subvórtices, centros de energía que cruzan e interconectan los niveles de la existencia. Esos centros pueden considerarse de diferentes maneras. Podrías imaginarlos de una manera terrenal, como ruedas; de una manera acuática, como remolinos de agua; área, como un torbellino de viento, o como filamentos etéreos de lo divino que tocan los instrumentos de los sentidos y preservan las puertas de nuestra vida interna. La aparente separación que percibimos con todo lo que nos rodea está equilibrada por la íntima unidad que compartimos con todo. Ambas afirmaciones son verdaderas y ninguna es completa como un pensamiento acabado. Las prácticas espirituales nos permiten ver esa conexión y nos guían para relacionarnos con todos los niveles de nuestra existencia. Nos ayudan a no sentirnos fatalmente atraídos, como si estuviéramos en trance permanente, hacia las dimensiones inferiores de lo que es ser un ser humano. Los sentidos son atractivos. El impulso o fuerza de manifestarse, reproducirse y sentir es universal. Es una fuerza irresistible llamada maya. Un velo que hipnotiza y crea una ilusión de realidad falsa. El flujo opuesto es la transcendencia, la iluminación, la fuerza Kundalini de la conciencia.
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